La comunicación, en todas las crisis de la humanidad, juega un rol preponderante, y la pandemia que azota a la mayoría de los países del mundo no escapa a su injerencia en los dos sentidos esenciales de su funcionamiento: la transmisión de información veraz y la construcción de mensajes destinados a conducir los ánimos y el pensamiento de los damnificados.
En la primera se inscribe la desinformación del país donde se originó el COVID 19 acerca del contagio y el esparcimiento del virus, y sobre la cantidad de muertos registrados tras la cuarentena de once semanas en la ciudad de Wuhan que resultaron ser 4.600 –un 50% más- y no 3.300 como sostuvieron las autoridades durante casi tres meses. En un principio dijeron que eran nada más que 1.290.